El Comité Nacional de Ayuda a los Refugiados (CONAR) comenzó sus funciones el 3 de octubre de 1973, marcando un hito de los derechos humanos en Chile. Esta iniciativa, impulsada por las iglesias cristianas, tenía como objetivo principal brindar asistencia a los extranjeros perseguidos, ayudándolos a obtener refugio seguro.

El CONAR fue presidido por el obispo luterano Helmut Frenz, un destacado defensor de los derechos humanos, y contó con la colaboración de Monseñor Vicente Ahumada de la Iglesia Católica como vicepresidente. Bajo su liderazgo, el comité desempeñó un papel crucial en la reubicación de aproximadamente cinco mil personas en el extranjero, proporcionándoles no solo refugio, sino también apoyo material y asesoría legal, ayudándolos a navegar los complejos procesos de asilo.

Mantener una red de colaboración efectiva con organizaciones internacionales y gobiernos extranjeros requería un esfuerzo constante y coordinado, especialmente en un contexto de comunicación limitada y censura. Este esfuerzo conjunto de las iglesias cristianas no solo salvó vidas, sino que también sentó un precedente importante en la defensa de los derechos humanos. Crearon una red de solidaridad entre diversas iglesias y organizaciones no gubernamentales, fortaleciendo la respuesta humanitaria y sensibilizando a la comunidad internacional.

Helmut Frenz, quien también fue uno de los fundadores del Comité Pro Paz, continuó su labor en defensa de los derechos humanos incluso después de ser expulsado de Chile en 1975. Su legado y el del CONAR perduran como un testimonio del poder de la solidaridad y la compasión en tiempos de crisis. En sus propias palabras cuando recibió, en 1979, un reconocimiento internacional, con la medalla Fridtjof Nansen, entregada por el Alto Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR) declaró: “Refugiados hay en aquellas partes de América Latina, donde se abusa del poder para el logro de intereses propios. Si queremos terminar con el problema de los refugiados, debemos lograr que el poder se ponga al servicio de los oprimidos. Compartir con ellos los sufrimientos es nuestra arma más poderosa”.

Foto: FASIC

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