El 11 de marzo de 1977, en plena dictadura militar, la carpa del Teatro La Feria, ubicada en la comuna de Providencia, fue incendiada durante el toque de queda por desconocidos. En su interior se exhibía la obra Hojas de Parra, una puesta en escena basada en los textos del célebre poeta Nicanor Parra.
El Teatro La Feria había sido fundado con la intención de generar un espacio innovador para el teatro chileno. Su enfoque era llevar la dramaturgia más allá de los escenarios convencionales y acercarla a nuevos públicos.
Dentro de este entorno innovador, Hojas de Parra, escrita por los actores Jaime Vadell y José Manuel Salcedo emergía como una propuesta audaz: una obra basada en los poemas de Parra, constituyó una original mezcla de circo, poesía y fuertes metáforas de la realidad contingente. Además de ser un espectáculo teatral, era una manifestación artística de resistencia, con contenido satírico, irónico y profundamente crítico con las instituciones establecidas. A través de una estructura poco convencional, la puesta en escena rompía con los moldes clásicos del teatro y ofrecía una mirada aguda sobre la sociedad chilena y sus contradicciones. Este enfoque la convirtió en una obra provocadora y, en el contexto de la represión de la época, en un blanco de censura y persecución.
La quema de la carpa no solo destruyó el esfuerzo de los actores y gestores culturales involucrados en el proyecto, sino que también buscó sembrar el miedo y el silencio entre los artistas que se atrevían a desafiar el régimen. Sin embargo, lejos de lograr su cometido, este ataque se convirtió en un recordatorio de la importancia del arte como una forma de expresión y denuncia.
El contexto de la represión cultural
El gobierno militar instaurado tras el golpe de Estado de 1973 implementó una férrea censura sobre cualquier forma de disidencia. Muchas obras de teatro, libros y películas fueron prohibidas, y numerosos artistas fueron perseguidos, exiliados o, en el peor de los casos, desaparecidos. En este escenario, la quema del Teatro La Feria se inscribe como parte de una estrategia sistemática de represión contra la cultura y la libertad de pensamiento.
Sin embargo, la cultura resistió. El teatro y la literatura se convirtieron en refugios donde las ideas seguían latiendo. Figuras como Nicanor Parra mantuvieron vivo el espíritu de disidencia, dejando un legado que, décadas después, sigue inspirando a nuevas generaciones.
Hoy, la memoria de este ataque sirve como un llamado a la importancia de la libertad de expresión y a la necesidad de proteger los espacios culturales como pilares fundamentales de la democracia.
A 50 años del incendio de la carpa del Teatro La Feria, su llama sigue viva en la memoria cultural de Chile.
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