El 1 de enero de 1976, atendiendo a la irrenunciable misión de la Iglesia de promover y defender la dignidad humana, el Cardenal Raúl Silva Henríquez creó la Vicaría de la Solidaridad mediante el Decreto Arzobispal Nº 5-76. Esta iniciativa surgió con el propósito de continuar el trabajo desarrollado por el Comité de Cooperación para la Paz en Chile, basándose en la Carta Pastoral de la Solidaridad de la Iglesia de Santiago. Las dependencias de la Vicaría fueron instaladas en el Palacio Arzobispal, en la Plaza de Armas, al costado de la Catedral Metropolitana.

El Pbro. Cristián Precht Bañados fue nombrado Vicario, mientras que Javier Luis Egaña Baraona asumió el rol de secretario ejecutivo. Bajo su liderazgo, se crearon nuevos departamentos y se fortalecieron las iniciativas solidarias que surgieron en las comunidades cristianas y entre los pobladores de las distintas zonas de la Arquidiócesis.

Solidaridad en acción

Desde sus inicios, la Vicaría de la Solidaridad se convirtió en un refugio, en un baluarte de justicia y protección para miles de chilenas y chilenos afectados por la represión. La institución no solo respondió a las necesidades inmediatas de quienes sufrían, sino que también empoderó a las comunidades cristianas y a los pobladores organizados.

Además de brindar asistencia jurídica y apoyo a las víctimas y sus familias, la Vicaría documentó y visibilizó sistemáticamente los abusos a los derechos humanos. Su trabajo fue clave para dejar un registro histórico de la verdad, sirviendo como testigo y voz de aquellos que no podían defenderse por sí mismos.

La creación de la Vicaría de la Solidaridad marcó un hito en la historia chilena. No solo representó la defensa de la dignidad humana, sino que también simbolizó el compromiso valiente de la Iglesia chilena, liderada por el Cardenal Raúl Silva Henríquez, enfrentando con firmeza la represión y el silencio.

Un faro de esperanza para la memoria

El legado de la Vicaría sigue vivo en la memoria de Chile, aunque aún el país está en deuda con las personas que trabajaron, en tan noble institución, con compromiso y coraje. Su labor no solo rescató vidas y acompañó a víctimas y familiares en los momentos más difíciles, sino que también dejó un testimonio invaluable que resiste al paso del tiempo. La Vicaría de la Solidaridad nos recuerda que la solidaridad no tiene fecha de caducidad e inspira a nuevas generaciones a defender la justicia y la dignidad humana.

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