El 7 de diciembre de 1983, el Cardenal Raúl Silva Henríquez recibió la distinguida “Medalla Monseñor Óscar Romero”, otorgada por el Servicio Paz y Justicia (SERPAJ). Esta distinción lleva el nombre de Monseñor Óscar Arnulfo Romero, un sacerdote centroamericano asesinado por agentes del estado salvadoreño el 24 de marzo de 1980, en represalia por su fervorosa defensa de los derechos humanos.

Un Santo de América

El galardón “Óscar Arnulfo Romero” se entrega a nivel Latinoamericano, honrando la vida y legado de Monseñor Óscar Romero, a quien muchos se refieren cariñosamente como "El Santo de América". Asesinado mientras celebraba una misa, su legado ha perdurado y se ha reforzado con el paso de los años. En El Salvador, su nombre, rostro y mensaje siguen siendo omnipresentes, testimoniando su influencia imperecedera.

Durante sus tres años como Arzobispo de San Salvador, Romero alzó su voz contra la violencia y defendió incesantemente el derecho de los más pobres a organizarse y exigir cambios. Esta postura lo convirtió en enemigo de la oligarquía dominante y lo enfrentó con sectores de su propia Iglesia Católica. Fue uno de los principales críticos de la violencia del gobierno militar de Arturo Molina en los años 70, y sus denuncias valientes lo señalaron como una figura de resistencia.

Designado Arzobispo el 8 de febrero de 1977, Romero decidió no participar en reuniones con el gobierno hasta que se esclarecieran los crímenes cometidos. Además, promovió la creación de un "Comité Permanente para velar por la situación de los derechos humanos". Su asesinato, ocurrido el 24 de marzo de 1980 durante un domingo de Ramos, mientras celebraba una misa en la capilla del Hospital de la Divina Providencia, sigue siendo un crimen sin culpables hasta el día de hoy.

El reconocimiento a Monseñor Óscar Romero no solo honra su valentía y sacrificio, sino que también destaca la importancia de su legado en la lucha por los derechos humanos. La distinción otorgada al Cardenal Raúl Silva Henríquez por SERPAJ subraya el continuo compromiso de la Iglesia y de los defensores de derechos humanos en seguir los pasos de aquellos que, como Romero, dedicaron su vida a la justicia y la dignidad humana.

Fuente: SERPAJ

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